JACQUELINE GOLDBERG (Venezuela, 1966) Escritora y editora venezolana. Licenciada en Letras, por la Universidad del Zulia (1990) y Doctora en Ciencias Sociales, por la Universidad Central de Venezuela (1998). Desde comienzos de los años noventa su trabajo discurre entre la literatura y el periodismo. Ha publicado más de veinte libros entre la narrativa, poesía, literatura infantil, reportaje, ensayo, crítica de artes visuales, periodismo gastronómico y el género testimonial. Su trabajo poético aparece incluido y reseñado en antologías en Italia, Rumania, Corea del Sur, España, Puerto Rico, Chile, Perú, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Cuba, México, Brasil y Venezuela.
Selección por Gladys Mendía
EL AGUA, SU ANTELACIÓN
Después de las postales nada habrá.
Si acaso la huella de una desaparición.
Oleaje acorralado.
Quiero hablar del agua.
Su antelación.
Se trata aquí de agua entrampada.
Ajena a los océanos, los estuarios, los canales bifurcados.
Agua que no susurra, púrpura.
Agua represada en la maraña de unas postales.
Agua que no mana, no recorre, no se mezcla.
Sangre de un sacrificio del que no nazco ni muero.
Suspendida, carcomida por líquidos todavía innombrados.
Agua que no es.
EL AGUA O EL LIBRO
Escribir sobre las postales es escribir sobre una desesperación.
Mi deseo es muy antiguo.
Viene de cuando me indignaban los caudales.
También de mis recientes horas de enferma.
La escritura reordena el cuerpo,
lo corrige, lo borra.
Las postales padecerán mis dolores.
Los que tendré cuando me saquen de mí.
Se acostumbrarán a su nueva infertilidad.
Pero dirán. Por fin dirán.
En ellas remendaré una amatoria sin fugas.
Dedicada al inicio, al devenir de las preguntas.
Habrá un libro. El anhelado.
El de las postales y los artilugios de la claridad.
El que mienta sobre las razones que lo limitan.
Libro último, tan mío y tan de otros. Negro.
Vuelve.
¿El libro?
Su silencio.
¿El libro de las postales?
Nunca el mismo.
El desleído, el incauto, aún no merecedor.
EL LUGAR PRIMIGENIO
Olvidé que provengo del agua. De un lago. Orilla putrefacta.
Hablé de París, Brujas, Ámsterdam, Praga.
Dije de una contradicción. Por perverso olvido.
No digo Maracaibo.
No sabría decir Maracaibo.
Pese a tanta agua.
Donde no fui.
Recuerdos hay. Historias hay. La ciudad persiste. De cuando en cuando vuelvo al lago, camino sobre él, lo interrogo desde una terraza.
Pero triunfa un desconocimiento, cierta conmoción.
Los poetas hablan de sus comarcas natales.
No yo.
Los poetas se fracturan el cuello al rebosar la infancia.
No yo.
Los poetas añoran una calamidad.
No yo.
Miedo, se dirá.
Ausencia de deseo, acotaré.
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