Gina Alessandra Saraceni Carlini (Caracas, Venezuela, 1966)
Investigadora, crítica literaria, traductora, profesora universitaria y poeta venezolana. Es egresada de la Universitá degli Studi de Bologna, Italia (1990); magíster en Literatura Latinoamericana (1994) y doctora en Letras (2001) por la Universidad Simón Bolívar. Es especialista en teoría literaria, literatura de viajes, poesía venezolana contemporánea, estéticas y políticas de la memoria. Con el poemario Entre objetos respirando, gana en 1995 el Concurso de Poesía “Víctor José Cedillo”; con Salobre, la Bienal de Coro “Elías David Curiel”, mención Poesía 2001, y con Casa de pisar duro el XI Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2012). Ha publicado la antología personal Lugares abandonados. Editorial EAFIT (2018). Su más reciente poemario se titula Adriático, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2021). Es autora de las antologías El verde más oculto (2002), del poeta mexicano Fabio Morábito, y de En-obra, Antología de la poesía venezolana (1983-2008). Tradujo al español a la poeta italiana Alda Merini y al italiano a Rafael Cadenas y a Yolanda Pantin. También ha publicado numerosos volúmenes y artículos especializados. Reside en Colombia.
De Casa de pisar duro. Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, 2012.
a Luis Enrique Belmonte
a Pausides González
Respirando tras el dichoso correr,
hacia nada, hacia lo libre.
Rainer María Rilke
El silencio abandona
las raíces de los árboles
y se levanta hasta las hojas
comidas por los loros.
Cada mañana volvemos al parque
con los pies clavados en la tierra
y el pulso latiendo entre la sangre.
Podríamos morir de madrugada
escuchando el canto de los loros,
ese estruendoso canto
que alberga en nuestra sangre
y atraviesa el cielo
y lo sofoca
y lo deja sin aliento.
Podríamos morir de madrugada
rodeados de loros que nos miran
correr como liebres fugaces,
cada uno con su canto
en la garganta
cada uno con su vuelo a ras del piso
abriendo zancadas en la hierba.
Podríamos volar como
los loros y ser manada
que hunde en el cielo
un grito atroz.
Cada madrugada
buscar cómo fugarnos
del verde plumaje de sus alas.
Los conejos cruzan el parque
y se ensucian el hocido
con la tierra del otoño.
Cavan un hueco entre la hierba
y duermen el letargo
de los animales en fuga.
Un rumor de lluvia
moja su pelambre.
La estación de los conejos está por acabarse.
Nápoli es una mujer que grita en la ventana,
Es el Vesuvio de lavas luminosas,
mar redondo que repite su belleza.
Aquí el único lenguaje es la pasión,
sin palabras a medias
sin medias tintas:
sólo el sólido color del todo por el todo.
El amanecer llega a la casa lentamente.
Nada quiebra el silencio que queda de la noche.
Sólo se oye respirar a los insectos.
El padre y la madre desayunan.
El padre muerde el pan duro,
lo moja en agua y aceite
come la harina espesa de la guerra.
La madre, en cambio,
prefiere la avena y la manzana,
hechas arena al tacto de su lengua.
Ambos comen la corteza
del tiempo que se acaba.
Ese ser dos en la vejez,
aferrados a un ritual
que les devuelve los primeros
paisajes de sus vidas.
Ese ser hijos de lo mismo,
del mismo pan duro que mastican,
sin que la miga ceda
al diente que la muerde.
*
De Lugares abandonados. Editorial EAFIT, 2018.
El invierno pasó
y dejó la hierba
seca y amarilla
donde los conejos comen
los restos del frío.
El lago tiembla
y suenan el viento
y las olas.
No tardes en llegar
que en la rama
brota el almendro
y volvieron los osos
y son azules.
Está triste el animal del frío.
Algo duele en su pequeño corazón helado.
Pronto tomará el camino
hacia la tundra y vivirá
cerca de los lobos.
Un día amanecerá muerto.
Habrá algo menos
en el latido del mundo.
Extremo el pájaro
Que vuela sin alas
De Adriático. Editorial Pontificia Universidad Javeriana. 2021.
LA GUAIRA
A Marco
Mi padre se fue lejos a pescar.
Tan lejos que cruzó el Atlántico.
No conocía la lengua del trópico
que calcina todo lo que nombra;
tampoco los pelícanos, los uveros,
los cocos que se volvieron
paisaje y pertenencia.
Distante de su tierra,
aprendió a esperar en la luz.
Pescaba en el agua de otro idioma
carites, roncadores, meros, pargos
los mismos peces que sacaba
con su anzuelo
desde el muelle lejano de San Vito.
El mar era otro mar
y mi padre el mismo hombre
que se fue lejos a pescar.
CAPRA DI SAN NICOLA
Una cabra silvestre
pasta entre las rocas.
Perdió el rebaño
en medio del Adriático.
En equilibrio sobre la piedra,
rumia frente al mar.
Solo se escucha
la desmesura de su
balido, la tristeza
de su garganta abierta.
Tierra de cabras
llaman a esta isla
de altos acantilados
y animales huérfanos.
PERROS DE PLAYA
Los perros rondan
por la playa,
cruzan la isla,
se acuestan en la orilla, se sacuden una mosca, bostezan.
Su mundo es
una costra de arena
bajo el intenso resplandor salado.
A veces se quedan quietos
esperando una señal.
Tan simple su vida,
tan modesta.
Si pudieran hablar,
ladrarían.
ADRIÁTICO
Si se pudiera
llegar al otro lado
sería el viaje más distante.
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