jueves, 6 de julio de 2023

GINA SARACENI CARLINI: Poesía Venezolana Actual

 


Gina Alessandra Saraceni Carlini (Caracas, Venezuela, 1966)

Investigadora, crítica literaria, traductora, profesora universitaria y poeta venezolana. Es egresada de la Universitá degli Studi de Bologna, Italia (1990); magíster en Literatura Latinoamericana (1994) y doctora en Letras (2001) por la Universidad Simón Bolívar. Es especialista en teoría literaria, literatura de viajes, poesía venezolana contemporánea, estéticas y políticas de la memoria. Con el poemario Entre objetos respirando, gana en 1995 el Concurso de Poesía “Víctor José Cedillo”; con Salobre, la Bienal de Coro “Elías David Curiel”, mención Poesía 2001, y con Casa de pisar duro el XI Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2012). Ha publicado la antología personal Lugares abandonados. Editorial EAFIT (2018). Su más reciente poemario se titula Adriático, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2021). Es autora de las antologías El verde más oculto (2002), del poeta mexicano Fabio Morábito, y de En-obra, Antología de la poesía venezolana (1983-2008). Tradujo al español a la poeta italiana Alda Merini y al italiano a Rafael Cadenas y a Yolanda Pantin. También ha publicado numerosos volúmenes y artículos especializados. Reside en Colombia. 

De Casa de pisar duro. Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, 2012.



a Luis Enrique Belmonte

a Pausides González


Respirando tras el dichoso correr, 

hacia nada, hacia lo libre. 


Rainer María Rilke




El silencio abandona

las raíces de los árboles 

y se levanta hasta las hojas

comidas por los loros.


Cada mañana volvemos al parque

con los pies clavados en la tierra

y el pulso latiendo entre la sangre.


Podríamos morir de madrugada

escuchando el canto de los loros,

ese estruendoso canto

que alberga en nuestra sangre

y atraviesa el cielo

y lo sofoca 

y lo deja sin aliento.


Podríamos morir de madrugada

rodeados de loros que nos miran

correr como liebres fugaces,

cada uno con su canto

en la garganta

cada uno con su vuelo a ras del piso 

abriendo zancadas en la hierba.


Podríamos volar como

los loros y ser manada

que hunde en el cielo

un grito atroz.


Cada madrugada

buscar cómo fugarnos

del verde plumaje de sus alas.



Los conejos cruzan el parque

y se ensucian el hocido

con la tierra del otoño.


Cavan un hueco entre la hierba

y duermen el letargo

de los animales en fuga.


Un rumor de lluvia

moja su pelambre.


La estación de los conejos está por acabarse.



Nápoli es una mujer que grita en la ventana,


Es el Vesuvio de lavas luminosas,

mar redondo que repite su belleza.


Aquí el único lenguaje es la pasión,


sin palabras a medias

sin medias tintas:


sólo el sólido color del todo por el todo.




El amanecer llega a la casa lentamente.


Nada quiebra el silencio que queda de la noche.


Sólo se oye respirar a los insectos.


El padre y la madre desayunan.


El padre muerde el pan duro,

lo moja en agua y aceite

come la harina espesa de la guerra.


La madre, en cambio, 

prefiere la avena y la manzana,

hechas arena al tacto de su lengua.


Ambos comen la corteza 

del tiempo que se acaba.

Ese ser dos en la vejez,

aferrados a un ritual 

que les devuelve los primeros 

paisajes de sus vidas.


Ese ser hijos de lo mismo,

del mismo pan duro que mastican,

sin que la miga ceda 

al diente que la muerde.


*

De Lugares abandonados. Editorial EAFIT, 2018.



El invierno pasó 

y dejó la hierba 

seca y amarilla 

donde los conejos comen 

los restos del frío. 


El lago tiembla

y suenan el viento

y las olas. 

No tardes en llegar 

que en la rama 

brota el almendro 

y volvieron los osos 

y son azules. 




Está triste el animal del frío. 


Algo duele en su pequeño corazón helado. 


Pronto tomará el camino 

hacia la tundra y vivirá 

cerca de los lobos. 


Un día amanecerá muerto. 

Habrá algo menos

en el latido del mundo. 




Extremo el pájaro

Que vuela sin alas




De Adriático. Editorial Pontificia Universidad Javeriana. 2021.


LA GUAIRA 

                   A Marco 


Mi padre se fue lejos a pescar. 

Tan lejos que cruzó el Atlántico. 

No conocía la lengua del trópico 

que calcina todo lo que nombra; 

tampoco los pelícanos, los uveros, 

los cocos que se volvieron

paisaje y pertenencia. 


Distante de su tierra, 

aprendió a esperar en la luz. 


Pescaba en el agua de otro idioma 

carites, roncadores, meros, pargos 

los mismos peces que sacaba

con su anzuelo 

desde el muelle lejano de San Vito. 

El mar era otro mar

y mi padre el mismo hombre

que se fue lejos a pescar. 




CAPRA DI SAN NICOLA 


Una cabra silvestre

pasta entre las rocas.

Perdió el rebaño

en medio del Adriático.

En equilibrio sobre la piedra, 

rumia frente al mar. 

Solo se escucha

la desmesura de su 

balido, la tristeza

de su garganta abierta. 

Tierra de cabras 

llaman a esta isla

de altos acantilados

y animales huérfanos. 




PERROS DE PLAYA 


Los perros rondan

por la playa,

cruzan la isla,

se acuestan en la orilla, se sacuden una mosca, bostezan. 

Su mundo es

una costra de arena

bajo el intenso resplandor salado. 

A veces se quedan quietos 

esperando una señal.

Tan simple su vida,

tan modesta.

Si pudieran hablar,

ladrarían. 




ADRIÁTICO 


Si se pudiera

llegar al otro lado

sería el viaje más distante. 


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