lunes, 23 de septiembre de 2024

LUIS VARELA: Poesía Actual de Colombia

 


Luis Varela (Cali, Colombia, 1987). Poeta colombiano que vive actualmente en Hamburgo, Alemania. Poemas de su primer libro Tomates (Entreríos, 2022) han sido traducidos al alemán y al portugués como también han sido compilados en la antología Voces periféricas. Antología de poetas latinoamericanos en Alemania (Equidistancias, 2023) por Timo Berger. Ha participado en diferentes lecturas, entre ellas, la Hafen Lesung, un evento de carácter internacional y multilingüe.



Hacia una colina

 

Antes del amanecer

llevan la primera vaca al matadero.


Si estás cerca, allá en Campo Alegre,

escuchas el chorro de agua en la nuca de la vaca,

un chorro fino que tranquiliza los nervios

antes del golpe

                  y el derrumbe.

 

¿Quién no lo reconoce?

                 ¿Quién no lo ha sentido?

 

Las demás vacas que van en fila,

hacia una colina donde todos

tendremos que llegar,

inician un rezo suave,

mientras la neblina las bendice

y les acaricia el lomo.

 

Aquel coro imperceptible, absurdo, aterrador,

                       estrecha la vida en su final

                               y el brote de la primera luz. 

 


Que brillen sus manos

 

Mi madre llamó para contarme

que se había soñado en una fiesta.

Una voz le dijo

que mi abuelo estaba achantado,

pero no supo decirle

dónde estaba.

Este domingo ofrecerán una misa por él.

Mi abuelo nos llevaba los miércoles

a comer pescado

con la mano.

 

Despacio, y en silencio, le quitábamos

las espinas, las juntábamos en un mismo plato

como si estuviéramos acumulando,

con cuidado,

el dolor.

 

Hoy te lo digo, amá,

donde sea que esté mi abuelo

espero que brillen sus manos

como si hubiera comido pescado.

 



Lautaro

 

Aprendimos nuestros cuerpos juntos

descubrí tu espalda y tus brazos,

vos me señalaste un lunar que nunca he visto,

estuvimos entre hombres,

desarmados, en ese mundo tuyo de asma y toldillo,

que nos protegió de todo menos del viento

y de estar vivos, uno al lado del otro,

jugando, queriéndonos

sin un lenguaje establecido, sintiendo

nuestros penes a veces erectos

en los estómagos y en los muslos.

Nos cuidamos, como soldados,

en el barrio. Convivimos con las alarmas

en los oídos. Vimos el primer muerto juntos.

Los otros me los describías o yo te los contaba.

Todos miraban hacia un mismo lugar.

 



Tomates 

 

i

El amanecer te sorprende mirando los tomates

que se dan bien en tu ventana.

 

Un par de veces al día,

los riegas en pequeñas cantidades. 

 

Eliminas las hojas más cercanas al suelo 

porque son propensas a lesiones pardas. 

 

Yo sé por lo que estás pasando.

Lo que habita tu pecho

le da gravedad, equilibrio,

a esta tenue y aún inestable madrugada.

 

No tienes la misma edad 

de tus tristezas.

 

Algunas se hunden y se extravían 

en la oscuridad de la tierra

de tu pequeño cultivo de tomates.   

 

A las demás

les da el sol.

 


ii

Parto el tomate en rodajas,

espero que se disipe la ansiedad

y dejo el cuchillo en la tabla para picar.

 

Has venido hasta acá para hablarme de la luz 

reposada de ese vaso de agua en la sala de espera 

del consultorio psiquiátrico.

 

Te empecinas en que escuche

el hundimiento de la vida

mientras los pacientes ojean 

una revista de variedades 

 

descifra 

qué animal extinto 

recuerda la sed

en sus pechos. 

 

  

iii

A un lado de la mesa

cada vez más grande y peligrosa

dices que es tiempo de dar frutos. 

 

Pero las tomateras 

cuando no pueden hacerlo

florecen.

 

Tratan de dispersar 

sus semillas 

y con suerte 

encontrar lugar 

en otra ventana.

 

 

Apartamento persona sola

 

i

Como un paisaje

te mueves en el nuevo apartamento

persona sola.

 

El hijo único regresa

a tu eterna mudanza

para cuidarte.

 

En la ducha, el agua cae en tu nuca 

como la calma en los mataderos. 

La herida no se puede mojar. Por eso 

cubre tu barriga con papel film

y piensa en el útero que te extirparon

como otro hogar irrecuperable. 

 

 

Cada mañana, el ritual de cambiar

el papel film, envolver el estómago 

como una larva y esperar, durante la tarde,

el origen de un nuevo animal, mientras 

en la basura brilla, como una placenta, 

la materia sagrada

de la vida.   



 

ii

Hay algo

sentado en la mesa

junto a ella

— que hace de madre—.

Como los ríos

anuncian las piedras,

parece revelarse

ese algo:

en las flores artificiales

en las frutas de madera

color verde, morado y amarillo

— que hacen de aguacate, uva y banano—

Pero ella sigue

con sus manos en las rodillas

sin probar

ni una sola cuchara






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