Diana Castro (San Salvador, 1991). Estudió Letras en la Universidad de El Salvador, siendo parte de talleres literarios dentro de la Universidad. En 2014 participa con el poemario «Levedad de Voz» en el certamen centroamericano de poesía Ipso Facto de la editorial Equizzero, resultando ganadora y posteriormente la publicación del libro en el 2015. En el 2017 publica con el Proyecto editorial La Chifurnia, «Una mancha roja». Y en el 2018 para la revista costarricense «Pez soluble» en el número de poesía salvadoreña joven, entre otras revistas y medios digitales.
La orilla
Puedo cerrar los ojos esta noche
Y seguir jugando aferrada a la orilla…
I
La pesadilla
Sin embargo, sé que no es un sueño.
Nada lo ha sido nunca.
Ningún alma luminosa viene por mi.
A esta hora, a mi lecho
A posar sus alasrojas de muertebella
Sobre mi hombro escarchado.
No puedo decirle ADIÓS a NADA.
La melodía de alacranes resuena en mi vena opaca
Y pulsa pulsa como suspiro de huracán remolineando
En una tarde verde, verde, serena…
II
Puede que otra noche me llame al oído.
Otra noche más inmensa
Más fuerte. Absoluta.
La gran noche extraviada
Extranjera
Extrañamente indómita
Llena de estrellas blancas
Y piedras de mar hundiéndose
En mis pies de nervios retorcidos.
Engullo el aire. Como avecilla migratoria.
Como huérfana pequeña
Buscando otro lado de la noche.
III
La orilla
¿Podré escapar?
Sombras, amuletos, esqueletos
Valles de ardiente azul sobre pupilas rojas
Entre estos soles negros
Sobre este volcán caparazón…
¿Podré huir?
La carne es de silencio
Espeso, espeso
Espuma de lava
Creo zarpar en este barco estéril
Que golpea la roca caliente de mi sed.
Estoy en esta esquina, encerrada, sola sola.
Pero se levanta el velo de la ventana
Y sobre la mesa cae al fin la lluvia.
Los zapatos rebalsan.
Apenas queda humo cortando con su filo sosegado las entrañas.
Me llena de nostalgia escuchar este rugido leve de mi sangre
De animal suelto, suelto en la orilla.
Cristales
a Lady lazarus
Tengo en mis manos un libro de azules oscuros. Se llenan de espuma los dedos. Sé que de noche resucitarán las amapolas. Lloraré hasta el amanecer. Acompañando a los miserables, a los sin nombre, a los ladrones de inocencias. Al amanecer los helechos cantarán en tu nombre y atraparán los pies de Ariel. Que es entonces un Dios de humo sin sangre y sin dolor. Solo Venus, su amante dormida en su regazo.
Paso la página. escucho afuera risas estruendosas, tal vez psicópatas poetas o ángeles en perdición, religiosos tarareando en mis sueños de sexo oscuro, sangriento, bestial. Toco mi campana, es de cristal y de un ácido brillante. Cristales azules que se derriten en mis manos. Apenas un olor a tristeza, querida, apenas una música de despedida, apenas un temblor en tu cara.
La luna tiene hoy el tono de tus cabellos.
También las mismas sombras.
Algo se rompe en pedazos en el piso.
Tal vez el eco de la inconformidad.
Siempre buscando, buscando, buscando
Knock knock acechando entre los murmullos, entre los delirios
una furia, al fin, un estruendo,
una verdad con espinas un fuego,
un hechizo total,
Imperecedero un diablo danzante
una danza macabra
una virgen ardiente con pezuñas y agujas
una corona de adormidera cristalina
adornando tu cabeza
alas color relámpago
sueños al fin sueños
sin dolor ni perdones.
No pido perdón. No pidas perdón.
Es tu alma en estas últimas páginas.
Tu salvación.
El cristal se ha roto por y para siempre.
Visiones siderales
Ziggy toca de nuevo su guitarra.
Sobre mi cama hay un reptil glamuroso
Que acaricia estupendamente mis oídos.
Estoy buscándote.
Sé que es tarde otra vez
Sé que el techo tiene ese agujero
Irreparable
Que allá afuera hay calles inundadas
Por donde transita el autobús
Que te aleja de mis brazos
Mientras corro debajo de tifones
Solo para verte no mirarme.
Estoy durmiendo mucho.
Tú cómo estás, ¿acaso estás oyendo
Justo ahora el sonido underground
De mi consola repitiendo
Hasta el cansancio esa canción
Que es el pecho agónico del huérfano?
Búscame
Búscame
Como un lagarto
En mi sueño lunar donde
Nos encontramos.
Ángel subterráneo
A J.M. Basquiat.
Un ángel oscuro y hermoso
Cabalga a la muerte
Inocente
Espera el cielo
Rozando sus alas
Sobre el suelo africano
Estira sus pies
Para asegurar la montura
Sin arrollarse las mangas de Calvin Klein
En su mano una copa de oro que alza
Una calavera teñida de ceras azules
Toca un Sax ahumado
Bebe su sopa
Charla por última vez con Abuelita
Antes de huir
Ángel cabalga con la muerte,
Y canta
Ya sabes, the same old shit.
Escribir a oscuras
Escribir a oscuras. Apenas iluminada por el pequeño éxtasis desparramado por la ventanilla aludiendo a la divinidad al culto al cuerpo de la diosa paseando desnuda sobre mi dedo herido escucho el sermón en la TV muertos blancos muertos rojos muertos azules que no conocieron jamás el delirio ni la risa el amanecer intacto el cerro el precipicio afuera hay perros tristes Ángeles y mosquitos que acarician mis mejillas por igual ahora que mis manos insisten en tocar el tambor de la muerte mis ojos abiertos son casa de pájaros heridos antiguos dioses me hablan al oído sobre el poder la saliva que sana he venido a buscarte más allá de mi reino donde ya no soy cuerpo abandonado ni espero encontrarme con mis huesos visiones poesía arrojada por la calle derramada disfrazada colgada de árboles fantasmas ya no somos cuerpos ni roca sobre roca siguiendo el rastro de nuestros propios corazones y erguirnos y ser peligrosos letales tormentosos escribir a oscuras…
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