viernes, 18 de abril de 2014

EDUARDO OSORIO. Poesía Mexicana Actual



Eduardo Osorio. Editor de revistas de ciencia y arte. Autor de los poemarios El patio de mi casa y Bromas para mi padre; los libros de cuentos Historias megalopolitanas, Cuentos breves para suicidas y enamorados y Pido; el ensayo-crónica “Batalla por el eco”, que analiza medio siglo de movimientos culturales en el Valle de Toluca, y las novelas Club obrero: fantásticas nocturnidades en Chihuahua, El enigma Carmen (Diálogos para su réquiem) y El año que se coronaron los diablos, entre otros. En 1989 obtuvo el galardón de El Cuento. Revista de imaginación para Minificciones. En 2011, su novela El juego del gato y el alfil lo hizo merecedor del Premio Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano, convocado por la Universidad Autónoma del Estado de México. Su obra teatral Einstein contra el pirata de la quinta dimensión fue escenificada por la misma Universidad.
En 1998, Eduardo Osorio publicó su poemario Áspid, en el número 19, julio-septiembre, de la Revista La Colmena (Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México). He aquí unos fragmentos de la plaquette.

Selección por Gladys Mendía.



PARA GUADALUPE HOYOS



LA SERPIENTE es tu sombra: no lo sabes.
Acaricia tu espalda y se desliza
-reptante, imperceptible, sangre yerta;
Ojo sin párpado bajo tu falda.

Colmillo sucio, baba ponzoñosa,
bífida lengua sobre tus enigmas:
intersticios del sol donde consagras
sándalo amargo de tu cuerpo.
Inquieta tu vello niño
cuando te miras pues afuera llueve
            -un filo de navaja sedienta
            Desde su oscuridad acecha, avanza-…

Te defiendes entonces del estremecimiento
pensando sin pensar la ausencia
            -melodía temerosa, vuelo estéril-.

Ni en camaleónica hialina
te ocultas
del enemigo.




*
Tuviste un mal sueño porque los dioses
jamás te enseñaron a dormir, ni explicaron
los rasgos que deja toda sombra.

Soñaste que la serpiente anidó contigo desde el huevo:
soñaste que te mordisqueaba el talón y perdías la memoria,
soñaste que bajaba por tus muslos en medio de temores,
soñaste que era demonio y le pisabas con el talón izquierdo,
soñaste que le mordías y era una manzana
y la manzana ardía, como un juramento,
el pezón que endurece la soledad.

Soñaste que invadía tu boca y perforaba tus oídos
y penetraba por tu nariz y hurgaba cuevas
que nunca antes habías conocido.
Soñaste que portaba lentes sobre la cabeza
y era una anaconda que te abrazaba para dormir contigo
y al despertar era una pitón ensangrentada
que te arrullaba con su rumba de cascabel.




*
Soñaste que era tu sombra pero no sabías
y te acosaba desde una botella de aguardiente
y acosaba tus horas, tu lecho y tus oficios
y contigo vadeaba ciudades, ríos, montañas;
recorría jardines, ferrocarriles y umbrales;
cruzaba el tiempo contigo. Pero no sabías.

Soñaste que despertabas con la piel sudorosa
y creíste despertar entonces de verdad
pero en tu lecho solitario persistía
la huella del súcubo: su piel
abandonada entre tus dedos.




*
Ahora ya lo sabes:
Toma la serpiente y acúnala en tu mano:
Incéndiala con mirada fresca
Y masca sus cenizas para lavar tu colmillo.

Mécete a su lado y nada temas:
mírala desprenderse de su piel: cobíjate con ella:
toca la flauta para que se levante y degüéllala:
pringa con sangre fría tus entresijos,
cubre tu rostro con máscara escarlata y grita:
posesiónate de tu sombra como si fuera el tiempo.






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