jueves, 6 de julio de 2023

FLAVIA PESCI-FELTRI: Poesía Venezolana Actual

 


Flavia Pesci-Feltri (Caracas, Venezuela 1968)

Abogada y profesora de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela de la Universidad Central de Venezuela. Obtuvo la especialización en Derecho Constitucional y Ciencia Política en el Centro de Estudios Constitucionales de Madrid y la especialización en Derechos Humanos de la Universidad Complutense de esa misma ciudad. Hizo los cursos de Doctorado en Derecho Administrativo en la Universidad Complutense de Madrid. Tiene varios libros y ensayos jurídicos publicados. En el ámbito de la poesía, ha participado en diversos talleres con importantes poetas venezolanos. Algunos de sus poemas han sido publicados en antologías poéticas. En el 2012, su poemario Lugar de Tránsito fue seleccionado como ganador del Concurso Nacional de Literatura, organizado por la Asociación de Profesores de la Universidad de los Andes (APULA). En abril de 2017, la editorial Oscar Todtmann Editores publicó su poemario Cuerpo en la Orilla y en el 2021 la misma editorial publica trazos en fuga.

Selección del libro trazos en fuga


domingo

se aparta del marco de la ventana. los rencores se alejan. sus pies retroceden tantean el frío. los gritos los nuestros vienen de otro tiempo. mira dormir al que fue su hombre. tanta belleza junta acobarda. la piel volvió́ de la insensatez. nada nuevo en realidad. es el amor recogiendo sus raíces. 

cura los huesos para hacerse casa. agradece el recorrido: la violencia de las piernas circulares. la mirada delirante. su osadía la asalta. prefiere guardar el ardor en una caja. no quiere volver a los tiempos de las cuevas a los espantos haciendo mella en el sueño. solo deja que la tarde respire. se asiente en sus labios cuando canta secretas armonías. el domingo se resiste a ser lunes. él me dijo que no quería volver a las almas en pena. a la ciudad derrotada que al parecer soy yo. 


abasto don francisco

dos niños sentados en la esquina del abasto. edad entre ocho y cinco años. son hermanos. la fiereza de uno la admiración del otro. en sus miradas ternura y valentía. es domingo 7:30 de la mañana. regreso del parque y me estaciono. ellos no juegan con la primera luz. les paso enfrente con cierta duda. después de todo no han sido mis manos las hacedoras de tal miseria. medito sobre la capacidad de acostumbrarnos al dolor. 

mi aliento entrecortado repasa los anaqueles con pocos víveres. procuro lo justo para el desayuno: la mantequilla con azúcar cubrirá la rebanada de pan para mi hijo; y la alisará con piel dulce como hizo en tantas mañanas felices de mi infancia. 

abro los ojos a la fila. un atasco de carritos y cestas esperan ser empujados hasta la caja registradora. se escuchan murmullos. desacuerdos. exclamaciones. devolución de productos. algunas cabezas niegan con mirada avergonzada. gente pasa de largo con sus puños. 

salgo con mis dos bolsitas. el niño «grande» se acerca en silencio. hace movimientos para ayudarme con la salida del automóvil. gesticula intenta dirigirme. se asoma a la calle. le digo no con la cabeza. aquiétate. bajo el vidrio oscuro. le pregunto si quiere queso y jamón. me mira sin decir. se los doy y retrocedo. 

el volante vira hacia la izquierda. veo como el más chiquito va al encuentro de su hermano. levanta los brazos al sol sus pequeñas manos de júbilo. abraza al héroe. se estrechan con alegría. 

( pienso en la madre ) 



ojo de huracán

la lluvia a la espera. la maleta lista para la lluvia. indecisa en un retorno sin comienzo. el frío en los huesos desde esta silla que mira. el todo acallado en las páginas breves de un libro. una sombra que es la sombra sola y la lluvia. inmutables en las paredes de la esquina. ungidas de incrédulos días por venir que en vuelo buscan y nada tocan. sombra y lluvia. y la lluvia sola. 


los despiadados

todavía se sentía en el aire el olor a pólvora. llegaron a la hora en punto del mediodía. venían dispuestos a seguir las órdenes. gritos y sonidos de cascos los precedieron. entraron compactos blandiendo escudos en acerados caballos. como huestes paganas se esparcieron por el pueblo. los habitantes espantados aseguraron sus casas. había pasado algún tiempo desde la última vez. pero el recuerdo permanecía en sus cimientos. los ancianos bajaron el sonido de las radios. las madres retiraron a sus niños. las matronas dejaron de cernir el maíz. 

se escuchaba el sol en la tierra seca y una lagartija asomaba el latido de su garganta. 

fueron asaltados todos los albergues todas las casas y cada bodega. no hubo zaguán sótano jardín sin ser desvalijado. en la furiosa búsqueda arrancaron desde sus raíces los alimentos. sacrificaron animales del camino. una cabra. otra vaca y algún perro solitario. recogieron las pieles más sedosas y se las echaron a sus espaldas. 

tronaron las rejas de las fincas. ardía implacable el cielo. llegaron a una casa de color anaranjado. derrumbaron la puerta. encontraron en el fogón restos de café́ caliente. partieron sillas y mesas. 

salieron al patio trasero. fueron sorprendidos por silbidos rapaces. cuando una explosión dispersó sus miembros. 

todavía se sentía en el aire el olor a pólvora. la tarde comenzaba su regreso. las mujeres se acercaron a sus hijos escondidos bajo tierra. los hombres apagaron los fuegos. 



afuera y adentro

a Gego, quien al huir de los nazis lanzó las llaves de su casa al rio. 

lárgame de ti —le dijo al oído. quiso su misterio. solo reflejos sin voz. 

con paso firme abrió la puerta. cruzó el umbral. apoyó la espalda en las sombras. dejó caer el bolso se acercó al rio. la dolencia había zanjado su cara. tragó grueso. negaba mirar(se) con desdén. después de todo comprendía la inutilidad del odio. 


epílogo

la patria tembló

susurraban los muertos 

bajo túmulos de asfalto 

uno a uno

la estrecha mudez. 



Selección del libro cuerpo en la orilla



plegaria


tiempo de mudez

tiempo para el acecho 


acércate 

levanta la cerca 

estaré bajo tus párpados 


puedo ser suave cuando quiero 

olerte sin que lo sepas 

andarte 


no temas


soy esa voz que tiembla 

por los rincones de tu cuerpo


cruzada


hay una guerra 

que no hemos iniciado 


deja tus botas al pie de la puerta

a mis calles nadie se acerca 


la espesura de mis labios te aguarda 

encarna en esta piel sin dejar de pulsarme 

levántame como el más alto árbol 

plántame 

entre tus piernas 


que el río nos susurre 

lo blando estremezca

tus dedos viertan

todas mis aguas


arrástrame 

hasta el último grito


extranjero 


te aferras como sentenciado a muerte

bebes temblores de la comisura de mis labios 

empuñas mi cuello 


sostenido ritmo el de tu lengua 

derramada en mis dientes 

bailarina de mil brazos

dura blanda dulce 

indeleble 

en mi cueva


asombro


vengo a liberar de tu cintura lo que escondes

a disolver de tu tierra mojada los miedos


vuélame en picada 

rómpeme en el aire


mírame 


es esta 

la vida

que ofrezco 


y en un segundo

tus ojos


circe 


sea mi boca para envenenarte 

mis brazos tres veces te enlacen

mis piernas tu poder amarren 


y cuando me encuentre volando sobre tu cuerpo


será certera mi mano

firme puñal

duro golpe


así 

estaré segura 

caerás sobre mí 

    para siempre


cómplices


llegué a tus campos sin saber

la piel temblando hacia sus adentros


peinaba tu cuerpo

mi aliento en tus gemidos 


la noche deshizo los nudos 

tus cabellos mis piernas tu centro altivo hacia mi


estremecida pluma de ángel 

me fuiste remando aliado 

demorabas así la soledad 

su camino


ahora 

en el silencio de la casa sola

mucho de ti en mis rincones


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